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Gilipollas 5 May, 2010

Posted by ZorroNegro in General, humor, Noticias Generales.
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Viene siendo habitual, como afirma Kalifer en un comentario de la entrada anterior, eso de hablar sin saber y, sin embargo, ganar la discusión. En su día acudí a la etimología más básica e intuitiva para afirmar más ancho que largo que la palabra «gilipollas» quería decir gili=tonto + polla=polla … tener la polla tonta, ergo las féminas no podían ser gilipollas. Años más tarde comencé a conducir por las calles de Madrid y comprobé que mis reflexiones estaban erradas en algún punto, porque había miles de mujeres gilipollas por el mundo. No obstante, esta vez existía internet, y, con él, la posibilidad de armarse de argumentos mucho más disparatados que los que la cabeza pensante de un mocoso de 11 años podía discurrir.

Uno de los primeros resultados si buscas "gilipollas" en el Google

Existía en la época del Duque de Osuna, allá por el siglo XVI, un eximio personaje de alto copete llamado Don Gil Imón. Mis pesquisas derivan hacia el retrato de un destacado fiscal del Consejo de Hacienda de la época de Felipe III. Otras fuentes parecen indicar que este representante gubernamental era en realidad un insigne alcalde.

D.Gil Imón gustaba de codearse con gentes de las más altas esferas; acudía a reuniones de boato y pompa donde se debatía acerca de asuntos de estado de gran trascendencia.

Asistía a estos actos sociales siempre en compañía de sus dos hijas, una versión grotesca y antagonista de la beldad femenina que atesoran iconos clásicos como Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor o la contemporánea Angelina Jolie.

A las muchachas, chavalas o jovencitas por aquel entonces se les denominaba «pollas». Como digo físicamente no eran agraciadas, y al parecer, a esta carencia física se sumaba una merma intelectual destacable. A bote pronto y por consenso general la primera impresión era que las chavalas o «pollas» eran notablemente lentas de entendimiento, lerdas.

Los eventos sociales en los que se involucraba D.Gil Imón eran iterativos y frecuentes. Su presencia en ceremonias, fiestas y compromisos no sorprendía a nadie, y mucho menos que acudiera siempre en compañía de sus hijas.

Cuando este fiscal se hallaba reunido sus hijas soportaban aquellas duras horas de tedio suspirando porque algún «pollo» o muchacho se les aproximase para llenarlas de consuelos y halagos.

Sin embargo, sus pretendientes, por procaces que estos pudieren ser, parecían poco inclinados a la lujuria o el romanticismo al comprobar que, aparte de adefesios, las «pollas» eran además bastante bobaliconas.

Así, de esta manera, cuando aparecía D.Gil Imón en compañía de sus hijas, se anunciaba: ¡!Ahí llegan D.Gil y sus pollas!

Rápidamente la asociación de ideas fue inevitable y los personajes de la época más proclives a la invención de mofas, la sorna y el ingenio comenzaron a fusionar en un mismo término o concepto la estulticia con las «pollas» o hijas del fiscal. Así, «Gil y «pollas» pasaría a ser cita o comentario explícito que aludía a la torpeza mental. Cuando uno quería señalar que alguien era o parecía alelado o corto de entendederas aludía a las «pollas» del fiscal D.Gil Imón.

Otro resultado... si a este le ponemos la cara de Dragó lo bordamos

Hijo Puta 12 Nov, 2009

Posted by ZorroNegro in General.
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Estaba sentado el otro día delante de mi ordenador cuando me acordé que tenía que llamar por teléfono a un compañero.
Descolgué el auricular y marqué el número de memoria.
Me contestó un tipo con muy mal humor diciendo:
‘¿Qué quiere?’.
‘Soy Ignacio Martínez, ¿podría hablar con Roberto Espárrago?’ dije
amablemente. ‘Te has equivocado, gilipollas’, me respondió y acto seguido colgó.

No daba crédito a lo que me estaba ocurriendo. Cogí mi agenda para buscar el número de mi compañero y comprobé que, efectivamente, me había equivocado. Pero como aún recordaba el número ‘erróneo’ que había marcado anteriormente, decidí volver a llamar a aquel tipo y cuando me cogió el teléfono no esperé a que contestase y le dije: ‘Eres un
hijoputa’, y colgué rápidamente. Inmediatamente apunte aquel número en mi agenda junto a la palabra ‘hijoputa’.

Cada dos o tres semanas, cada vez que estaba cabreado porque me llegaba una letra inesperada, o un aviso de multa, o discutía con mi mujer, o alguna situación por el estilo volvía a llamarlo y sin dejarle contestar le decía:
‘Eres un hijoputa’. Esto me servía de algún modo como terapia y me hacía sentirme mucho más relajado.

Unos meses después, la maldita Telefónica introdujo el servicio de
identificación de llamadas, lo cual me deprimió un poco porque tuve que
dejar de llamar al ‘hijoputa’. Pero de repente, un día se me ocurrió una idea: Marqué su número de teléfono y cuando escuché su voz le dije: ‘Hola, le llamo del departamento de ventas de Telefónica para ver si conoce nuestro servicio de identificación de llamadas’. ‘No’ me dijo el tío grosero, y me colgó el teléfono.
Rápidamente lo volví a llamar y le dije: ‘Eres un hijoputa’.

Un mes después, estaba yo esperando con mi coche a que una anciana saliera de la plaza de aparcamiento del Hipercor. Esta lo hacía muy lentamente y cuando terminó la maniobra y me disponía yo a ocupar la plaza libre, apareció un Golf GTI negro a toda velocidad y se metió en el hueco que iba yo a ocupar. Comencé a tocar el claxon y a gritar: ‘¡Eh, oiga!, ¡que estaba yo esperando!, ¡no puede hacer eso!’.
El tipo del Golf se bajo, cerró el coche y se fue hacia el centro comercial ignorándome como si no me hubiera oído. Yo me quedé completamente frustrado y pensé: ‘Este tío es un hijoputa. El mundo está lleno de ellos’.. Justo en ese momento vi un letrero de ‘SE VENDE’ en el cristal de atrás del Golf. Lógicamente anoté el número y me fui a buscar otra plaza de aparcamiento.

A los dos o tres días, vi en mi agenda el número del ‘hijoputa’ y me acordé que había anotado el número del tipo del Golf. Inmediatamente le llamé y le dije:
– ‘Buenos días. ¿Es usted el dueño del Golf GTI negro que se vende?’
– ‘Sí, yo mismo’
– ‘¿Podría decirme dónde puedo ver el coche?’
– ‘Sí, por supuesto. Yo vivo en la calle de Don Ramón de la Cruz esquina con Montesa, es un bloque amarillo y el coche está aparcado justo enfrente de la casa’
– ‘¿Cómo se llama usted?’
– ‘Enrique Juárez’
– ‘¿Que hora sería la mejor para encontrarme con usted y discutir los
detalles de la operación, Enrique?’.
– ‘Pues yo suelo estar en casa por las noches’.
– ‘¿Puedo decirle algo, Enrique?’
– ‘Si, claro’
– ‘Enrique, eres un hijoputa de la hostia’, y colgué el teléfono.

Inmediatamente después de colgar anoté el número en mi agenda al lado del otro, pero en este puse el nombre de ‘hijoputa II’.
Ahora tenía dos ‘hijoputas’ para llamar y así estuve durante dos o tres meses, llamando ahora a uno, ahora a otro; hasta que comenzaba a aburrirme un poco.

Me puse a pensar en serio sobre cómo resolver este problemilla y al cabo de un par de whiskys se me ocurrió algo. Primero llamé al ‘hijoputa I’:
– ‘Dígame’
– ‘Hola hijoputa’ – pero esta vez no colgué.
– ‘¿Estas ahí todavía, verdad, cabrón?’
– ‘Si, hijoputa’.
– ‘Deja ya de llamarme o….’
– ‘Noooooo’.
– ‘Si supiera quién eres te rompía la boca’, me dijo.
– ‘Me llamo Enrique Juárez y si tienes cojones vienes a buscarme. Vivo en la calle Don Ramón de la Cruz esquina Montesa, en un bloque amarillo, justo en la puerta donde hay aparcado un Golf GTI negro, so hijoputa’
– ‘¡¡¡Ahora mismo voy para allá!!! Tu sí que eres un hijoputa y ya puedes ir rezando todo lo que sepas. Te voy a matar a hostias’
– ‘¿Sí?. ¡Que miedo me das, hijoputa!’ y colgué el teléfono..

Inmediatamente llame al hijoputa II:
– ‘Dígame’
– ‘Hola hijoputa’ y no colgué.
– ‘Como te pille algún día…’
– ‘¿Que me vas a hacer, hijoputa?’
– ‘Te voy a patear las tripas, pedazo de cabrón’
– ‘¿Sí?, pues a ver si es verdad, hijoputa. Ahora mismo voy hacia tu casa’ y colgué.

Por último, cogí el teléfono y llame a la policía. Les dije que estaba en la calle Don Ramón de la Cruz esquina con Montesa y que iba a matar a mi novio homosexual en cuanto llegara a casa.
Luego hice otra llamada rápida a ‘Madrid directo’ y les dije que iba a haber una pelea de pandillas en la calle Don Ramón de la Cruz esquina Montesa.
Y entonces me monté en mi coche y me fui para allá a toda leche. Te juro que es una experiencia que nunca olvidaré. La mayor pelea que he visto en mi vida. Hasta los cámaras de Telemadrid se llevaron lo suyo.

En fin, después de esto espero que cuando te llame por teléfono me contestes en tono amable.
Ya sabes, no es bueno que yo me irrite.

 

 

Relato ganador de un premio de novela corta… seguro que tratando de emular a  Psicodelirium

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