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Canciones populares, hoy: La Leyenda del Roble 20 Jun, 2008

Posted by dragoonslayerck in Canciones Populares.
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11 comments

Bueno pues la entrada de hoy, va dedicada a las canciones populares que tenemos en España. Espero que canciones como estas nunca desaparezcan de nuestro cancionero……

Dedicada a todos los que haceis posible que OctavaVida salga adelante…..

Pa vosotros la 8ªvida chuloooos!!!   x)

Muchas gracias a Wii®edzma por enseñarme estas cosas tan bonitas :3

En un antiguo condado

de estirpe y prosapia noble

entre peñas olvidado

hubo un pueblo cautivado

por la leyenda del roble

 

 

Afincado entre jarales

y otorres mochas, umbrías

fenecíanse los días

cabe los vastos nogales

de hojas secas y sombrías

 

Y como nido de cuervos

entre peñascos acervos

y caídos torreones,

se alzaba un castillo protervo

de tres pares de cojones.

 

Era el señor del castillo

de vida asaz disoluta,

un gachó de horca y cuchillo,

mala leche, bruto y pillo,

un verdadero hijoputa.

 

Se llamaba Beremundo

de Atalante y Puntalaba,

y era el cabrón tan fecundo

que se encandilaba… y daba

por el culo a todo el mundo.

 

En el lance o la venganza

jamás enemigo tuvo.

Con vigor y con pujanza

usó la picha por lanza

y los cojones de escudo.

 

Siempre andaba dando vueltas

tras una moza fornida

de carnes duras y prietas

con dos formidables tetas:

¡Una gachí cojonuda!

 

Era su cuerpo sin faja

asombro de todo el mundo.

El Conde, pensando en su raja,

se hacía en su honor… ¡una paja!

¡Vaya cerdo el Beremundo!.

 

Un día que con sus gentes

iba a los montes de Arnedo,

se encontró junto a la fuente

a la muchacha inocente

que se hurgaba con el dedo.

 

La llevaron junto a un roble,

le sujetaron los brazos,

y abriéndole los muslazos

Atalante ¡el conde innoble!

le sacudió tres polvazos

 

¡Aquello fue la remonda!:

La doncella, aunque cachonda,

se resistió como un mulo.

El Conde dijo: ¡Otra ronda!

y le atizó por el culo.

 

Gerineldo, el bello paje

viendo al Conde en aquel cuadro

lloraba por el ultraje:

Pues, aunque de humilde linaje,

era un niño al fin y al cabo.

 

 

Por ser dulce, guapo y fino,

le llamaban Pompolino.

Claro está que lo comprendo,

¡era un maricón tremendo!,

¡al pan … pan! y ¡al vino…vino!

 

Como tenía esa vena,

advirtió que algo faltaba

para completar la escena;

y lo que quedaba era

dar por el culo a Puntalaba.

 

Al notar que un bulto extraño

le atravesaba la ropa,

el Conde exclamó:

¡No me engaño!

¡Me están dando por la popa!

 

¡Mas juro por el dios Baco!

dijo ya sin disimulo:

¡A mí me darán por culo,

pero yo no me la saco!

 

Y ya cachondo y sin tregua

el Conde, que la agarraba,

le metió el cipote entero,

mientras el paje le echaba

gasolina en el trasero.

 

Dejáronla como una criba

los hidalgos y Atalante,

por debajo y por arriba,

por detrás y por delante.

 

La doncella quedó muerta…

 

No se sabe a ciencia cierta

qué fue lo que la mató:

Si el colmo de la dicha

o los tres metros de picha

que Atalante le metió.

 

Hoy el tiempo ya ha pasado;

del castillo derrumbado

apenas queda el escudo,

y las gentes se olvidaron

de aquel lance peliagudo.

 

Y nació una triste leyenda

por culpa de la jodienda

entre el Conde y la fermosa:

¡Escuchad con atención!…

¡Que tiene huevos la cosa!.

 

Y es que una doncella astuta

cierta noche declaró

que en el fondo de una gruta

Beremundo apareció…

¡Si sería hijo de puta!.

 

Le buscaron los villanos

con faroles en las manos…

y unidos en más de ciento

(con una chapa detrás),

fueron a verle al momento.

 

De pronto vieron al Conde

desnudo junto a la gruta

que se abría cerca el Roble.

Era un gran hijo de puta

pero al fin y al cabo… noble.

 

La polla a rastras traía

el fantasmal Beremundo,

tan larga como aquél día;

lo que prueba que seguía

cachondo en el otro mundo.

 

Con un cabrón semejante

ni la Parca acabar pudo…

y no menguó ni en un instante

la minina de Atalante.

¡Era un tío pelotudo!.

 

Gerineldo, con su historia,

figuraba ya sin vida

en el cortejo de gloria,

con una vela encendida

y el culo por palmatoria.

 

Detrás marchaba un doncel

ostentando con orgullo

un farol en el capullo

y en cada huevo un quinqué.

 

Orientóse entre las sombras

por el olor a chumino

que salía de las frondas

y encontró junto al camino

doce mancebas cachondas.

 

Cachondas sí ¡no me engaño!

Cachondas sí, por el nabo

que arrastraba Beremundo.

Porque aunque del otro mundo

era un nabo al fin y al cabo.

 

Sin dejarlas respirar

el Conde comenzó a hablar:

¡¡Doncellas!!, es mi desdicha

tener siempre que vagar…

¡hasta que me muerdan la picha!

 

Aunque os importe un cojón

esto que os hago saber,

como es mi salvación

me la tenéis que morder

¡por la gloria de Cotón!

 

Lo dijo con gesto fiero:

su diestra en la espada apoya,

mientras su fiel escudero

le perfuma, con esmero

la cabeza de la polla.

 

La manceba más pimpante

se acercó con desparpajo:

¡Acabemos pronto el lance!;

y le arrancó del carajo

los tres metros a Atalante.

 

Al ver su polla colgante

el Conde demostró asombro,

mas luego con buen talante

se la cargó sobre el hombro

y se marchó tan campante.

 

Y jura aquél que lo vio,

que del Roble, entre las vetas,

el Conde se las piró.

Es seguro que marchó

al Infierno…a hacer puñetas.

 

Y si os gustó la mi historia,

¡aplaudid sin disimulo!

si lo hacéis… ésa es mi gloria,

y si no…¡que os den por culo!.

 

Fin

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